El mundo llora la partida del Papa Francisco. A sus 88 años, el primer pontífice latinoamericano dejó una huella imborrable no solo en la Iglesia Católica, sino también en la cultura popular, la política internacional y hasta el deporte. En medio de los homenajes y recuerdos que brotan por su fallecimiento, hay una arista íntima que resurge con fuerza: su profunda pasión futbolera. 

Porque sí, Jorge Mario Bergoglio, además de ser el líder espiritual de millones de católicos, fue también, durante toda su vida, un ferviente hincha de fútbol. Y no de cualquier equipo: el club de fútbol del Papa Francisco fue, es y será San Lorenzo de Almagro.

El fútbol, en Argentina, no es simplemente un deporte. Es identidad, es barrio, es comunidad, es emoción. Y para Bergoglio no fue la excepción. Desde joven, mientras caminaba las calles de Flores y desarrollaba su vocación religiosa, también encontraba en el Gasómetro —el mítico estadio de San Lorenzo— un espacio donde vibrar con los goles, compartir abrazos con desconocidos y emocionarse con los colores azulgrana. Esa pertenencia nunca se disolvió. Ni siquiera cuando fue elegido Papa en 2013. Desde el Vaticano, Francisco siguió atentamente la actualidad de su querido San Lorenzo, recibiendo camisetas, saludando a jugadores y celebrando los títulos como cualquier hincha más.

Pero ¿por qué San Lorenzo? ¿Qué significa ese club en la historia personal y espiritual del Papa Francisco? ¿Y cómo fue su relación con la institución a lo largo de su vida? Este artículo explora la entrañable relación entre el máximo líder de la Iglesia Católica y uno de los clubes más tradicionales del fútbol argentino.

Francisco, ya como Papa, sonríe al recibir la camiseta de San Lorenzo enviada desde Buenos Aires.
Francisco, ya como Papa, sonríe al recibir la camiseta de San Lorenzo enviada desde Buenos Aires.

San Lorenzo de Almagro: mucho más que un club

Fundado el 1º de abril de 1908 por un grupo de jóvenes del barrio de Almagro y el sacerdote salesiano Lorenzo Massa, San Lorenzo nació con una vocación especial: ser un espacio de contención, valores y comunidad. No es casual que un cura haya estado en los orígenes del club. Tampoco es casual que ese espíritu social y barrial haya sido uno de los motivos por los cuales Bergoglio se sintió tan identificado con la institución desde chico.

De hecho, cuando el joven Jorge Mario jugaba con sus amigos en la calle Membrillar, cerca de la parroquia San José del barrio de Flores, ya se hablaba de San Lorenzo como “el club de los curas”. Fue ese vínculo entre fútbol y espiritualidad, entre deporte y compromiso social, lo que hizo que Bergoglio se hiciera hincha a temprana edad.

Con los años, ese fanatismo se mantuvo intacto. En 2008, por ejemplo, Francisco se hizo socio nuevamente para celebrar el centenario del club. Y en 2013, apenas fue elegido Papa, San Lorenzo le envió una camiseta con el número 1 y su nombre estampado en la espalda. El gesto fue más que simbólico: fue el abrazo de una institución a su hincha más ilustre.

El Papa Francisco con Edgardo Buasa, entrendador campeón de la Copa Libertadores con San Lorenzo. Foto: Cedida
El Papa Francisco con Edgardo Buasa, entrendador campeón de la Copa Libertadores con San Lorenzo. Foto: Cedida

El rol del Papa Francisco como hincha global

Tras su nombramiento como Sumo Pontífice, muchos se sorprendieron al conocer el costado futbolero del nuevo Papa. Las imágenes de Francisco con camisetas de San Lorenzo, de otros clubes argentinos e incluso europeos, comenzaron a circular por todo el mundo. Cada vez que recibía una delegación deportiva en el Vaticano, sus palabras mostraban que entendía el juego desde adentro: hablaba de compañerismo, de humildad, de esfuerzo colectivo.

En ese sentido, el club de fútbol del Papa Francisco se transformó en un símbolo de su humanidad. Porque a través de San Lorenzo, Francisco mostraba que, más allá de su investidura, seguía siendo el mismo pibe que saltaba de alegría con un gol y sufría con una derrota.

Cuando San Lorenzo ganó la Copa Libertadores en 2014 —el máximo logro continental del club—, el Papa celebró desde Roma como un hincha más. Recibió a los jugadores campeones, les bendijo las medallas y hasta bromeó diciendo que era “el milagro más grande” que había visto en mucho tiempo. Esa cercanía con el fútbol no era una estrategia de imagen: era autenticidad pura.

Bandera del Papa Francisco en la cancha de San Lorenzo.
Bandera del Papa Francisco en la cancha de San Lorenzo.

El fútbol como metáfora de vida y espiritualidad

Para el Papa Francisco, el fútbol no era solo una pasión personal. También lo entendía como una metáfora de la vida. En múltiples discursos, usó referencias futboleras para hablar del trabajo en equipo, del valor del sacrificio, de la importancia de jugar limpio. Incluso llegó a decir que “el fútbol es una escuela de vida donde se aprende que, para ganar, hay que saber perder”.

Este enfoque humanista del deporte se alinea con su visión pastoral: una Iglesia cercana, callejera, comprometida con la realidad cotidiana de las personas. En ese marco, el club de fútbol del Papa Francisco funcionó como un puente para conectar con millones de creyentes (y no creyentes) que veían en él a alguien real, auténtico, de carne y hueso.